Se amoldan a mí las latitudes perseguidas,
acusando los sentires que, de alguna manera, me crecen. Coordenadas fútiles que
hallan en su revuelta el lejano horizonte, prolongado en vértices vulgares. Sinónimos que inspiran las actitudes de aquel, que engordado por el perfil
cóncavo que le protege, se convierte en antónimo, vendiendo la virtud de la
razón que enardece. Suciedad que, comida, se convierte en palabra escrita que
argolla las virtudes de aquellos que, aún gritando, se asfixian con su propia
mierda...
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